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Todxs con la isla de La Palma

28-09-2021

Todxs con la isla de La Palma

Todxs con la isla de La Palma

19.11.2020

REVISTA C8M

“Vivimos tiempos inciertos”, parece ser una consigna que cala como lluvia fina en estos momentos de emergencia sanitaria por la pandemia de la COVID-19 que vivimos, junto a la crisis económica y social que causa. Y no son las únicas crisis que afrontamos: la de los cuidados, puesta bajo los focos durante la pandemia; la climática, que ha alcanzado ya la categoría de emergencia, previa al colapso; la poblacional, derivada de las migraciones globales en marcha y la despoblación en el mundo rural; las que surgen de las transiciones económicas en marcha: digitalización, robotización, transición justa y economía verde... No importa de qué crisis hablemos, ni si suponen desafíos o amenazas, si potencian fortalezas u oportunidades para las sociedades. Las mujeres salimos peor paradas de las crisis, sea cual sea su causa: con menos empleo, con más cargas de trabajo no remunerado, y con retrocesos en igualdad. “Con cada crisis se recarga la desigualdad estructural entre mujeres y hombres en su triple pilar de redistribución, reconocimiento, representación”, señalábamos en este espacio en el anterior número de la Revista C8M.

Pero las mujeres convivimos, además, con una crisis perenne, sistemática, olvidada, latente. Las violencias machistas. ONU Mujeres se refiere a estas violencias, agrava- das por la crisis COVID-19, como “la pandemia en la sombra”. Una violencia de raíz patriarcal que en simbiosis con el capitalismo neoliberal, avivada por el negacionismo de la ultraderecha, se extiende sin freno perimetral ni vacuna, manifestándose de diferentes formas, intensidades y efectos, desde la violencia simbólica al feminicidio pasando por la violencia física, psicológica, sexual, la mutilación, el acoso sexual, entre otras manifestaciones, pero que en todos ellos supone una violación grave de
los derechos humanos universales e impugna de facto las garantías constitucionales
del Estado democrático y de derecho.

Todas las violencias son aterradoras, todas son censurables. Pero la violencia patriarcal funciona, como señalaba la filósofa Celia Amorós, como “un estado de queda permanente” que limita la libertad de las mujeres para vivir sus vidas con autonomía y en plena e igualitaria participación. Y no olvidamos otra cara de la violencia: “la violencia económica, la violencia estructural, se desarrolla en paralelo a la violencia machista contra el cuerpo femenino. Diferenciar las violencias, como si no fuesen la misma, juega en nuestra contra”, ha escrito Marta Sanz.

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